miércoles, 12 de marzo de 2014

"El Barrio Colón y La Historia del Cine"



Por. Alejandro Palomino.

Si querías pertenecer a la historia del cine tenias que andar con nosotros.
 Crecí al lado de Jorge, Carlos, Jose, David, Roberto, Pocholo, Jesús y Josué en el barrio Colón de Centro Habana rayando con La Habana Vieja y esa suerte nos incluye dentro la historia del cine. 

De ahí que cada vez que bajo hacia Malecón por el Paseo del Prado y paso por el 109, los recuerdos me dan en la cara. No puedo evitarlo. Son imágenes muy poderosas como para considerar que pueden ser sustituidas. Tengo un amigo que le pasa lo mismo con su pueblo y los corridos mexicanos pero- y aunque en mi casa se escuchaban en fila india con bolerones “pasados por agua” mientras mi madre lavaba a “mano limpia para la calle” por el pan nuestro de cada día- nosotros éramos mucho más ‘adictos’ al hit paread musical de la prohibida ‘Dobliquiu’. 
No obstante, en Colón era tal la polifonía musical que ese fenómeno merece un desquite en otro comentario. Solo habría que resonar los Carnavales del Prado con aquellas sazonadas carrozas de jóvenes hermosas bailando como ‘Estrellas’ y ‘Luceros’ y las orquestas de primera arrastrando la multitud dividida en comparsas.  
Estamos en el último lustro de los años ’70. El fracaso de la ‘Zafra de los Diez millones’ llenó de desconcierto y confusión lo que antes había sido esperanza y certeza. Arrancó, entonces, otro circunstancial y paliativo capítulo económico/social conocido como ‘El cordón de La Habana’ con sus bolsas de polietileno llenas de tierra, errando de aquí para allá por toda la urbe capitalina. 
La siembra del café en los perímetros de la capital era la ordenanza de turno y casi en el olvido quedaban los queridos muñequitos Azuquin y Zacarin enfundando para siempre- con el orgullo herido- sus catanas japonesas y liquidando el comiquísimo slogan de: “Ni caña en el cogollo, ni cogollo en la caña”, frase célebre que antecedida por ‘Abanicándole’  y  junto a ‘Adiós Lolita de mi vida’ le reservaran un lugar en la historia de la narración del beisbol al genial Bobby Salamanca.
Así las cosas- con los no pocos de tierra negra y estéril esparcida a lo largo y ancho de todo el Paseo del Prado y varios de mis adultos vecinos intentando sembrar café en esos minúsculos espacios de césped que magistralmente dibujan la cartografía de esa gran rampla, abrían sus puertas desde el jueves hasta el domingo (en triple tanda de proyección y la matinée infantil de sábados y domingos) los cines de mi barrio Colón.
No es la primera vez que escribo sobre esto. En mi obra de teatro para un solo actor “Carne rusa” confieso en la tercera escena:- 
“… Antes de eso, magistrado, los cines costaban cuarenta centavos y nadie nos sacaba del Majesti o el Verdún, el Rex o el Dúplex,  el Fausto o el Negrete, donde ¨ La máquina del tiempo¨ y “Manía de Grandeza” no bajaban de la cartelera. Un día fuimos al Rialto y la taquillera nos cobró ¡UN PESO! por ver a Sofía Loren casi en cueros.
Así fue como conocimos ‘el Neorrealismo italiano’, ‘la Nueva ola francesa’ y una película del Realismo socialista. (Jesús juega eróticamente con un pupitre). Ahora todo el mundo cree que el cine es un edificio y ya, cuando en realidad el cine somos nosotros mismos.”
Y fíjate si es así- que el cine ‘somos nosotros mismos’- que es el cine y no la edad, lo que nos ha puesto viejos a los muchachos del barrio Colón. ¿Quién de nosotros no se estremece al revisitar como fotos de álbum de familia aquellos títulos? ¿Quién de nosotros puede dejar de realizar un flash back de su vida cuando de estas películas se trata el coloquio? ¿Cómo negar el legado que para nuestra formación cultural significaron- sin distinción de género, nacionalidad ni diferencias en las calidades, ‘comerciales’ o no- estas inolvidables cintas?:  
“El hombre anfibio”, “El halcón maltés”, “Fantomas”, “La chica terremoto”, “Tres en un sofá”, “El abombado”, “El príncipe Bayaya”, “Nuevo en esta plaza”, “Liberación”, “El día de la decisión”, “Robo al pie del limonero”, “El rubio alto del zapato negro”, “Yojimbo” (El bravo), “Rashomon”, “Sato Ichi”, “La cieguita Ichi”, “Los siete samuráis”, “Siete hermanos para siete hermanas”, “El tren de las tres y diez a yuma”, “El pirata hidalgo”, “El hombre de Maisinicú”, “Rio negro”, “Asalto al tren de la diligencia”, “Frankestein”, “Juan Quinquin en pueblo mocho”, “Las doce sillas”, “La muerte de un burócrata”, “Los sobrevivientes”, “Siberiada”, “Psicosis”, “La llamada fatal”, “La ventana indiscreta”, “Billy el niño”, “La bala que mató a Billy el niño”, “Las leandras”, “Fuga Homicida”, “A pleno sol”, “Los paraguas de Cherburgo”, “El bravucón”, “Terror ciego”, “Tigres en alta mar”, “Los piratas del siglo XX”, “Tiempos modernos”, “La quimera del oro”, “El gran dictador”, “Luces de la ciudad”, “El chicuelo”, “Candilejas”, “Pato a la naranja”,  “Algunos prefieren quemarse”, “Espartaco”, “La dulce vida” o “Ladrón de bicicletas”, por solo mencionar algunas que de golpe y porrazo se agolpan en mi memoria y ‘por eso no me matan’.


Recordar aquellas cintas implica también volver sobre los rostros de muchas de las figuras más sobresalientes de la escena y la actuación del siglo XX que todavía seguimos imitando sin reservas: Charles Chaplin, Humphrey Bogart, Tony Curtis, Marilyn Monroe, Jack Lemon, Kirk Douglas, Jerry Louis, Errol Flint, Antony Perkins, Betty Davis, Rita Heyward, Marcelo Mastronianni, Louis de Funes, Jean Maraes, Jean Gabán, Steve McQueen, Pierre Richard, Alain Delón, Marlon Brando…  y una extensa lista de otros colosales actores y realizadores cinematográficos.

Sin lugar a dudas, lo que posibilitó que nosotros entráramos como enérgicos y dinámicos espectadores a la historia del Séptimo Arte fueron aquellos Cines de mi barrio Colón, todos- excepto el Payret- han desaparecido gracias a la hoy confirmada ‘mentalidad de campamento’. 
Aquí nada es casual. El fracaso de la ‘Zafra de los Diez Millones’ y el patinazo de ‘El Cordón de La Habana’ dieron la vuelta en el tiempo y regresaron enmascarados en desidia, indisciplina, hastío y derrota.
Con lo cual, a los muchachos que viven hoy en mi casi destruido barrio Colón solo les queda renunciar o reconstruir a golpe de paciencia lo que se ha perdido para poder ‘entrar’ a la Historia del Cine, porque conformarse con las dos tandas del Payret no será suficiente. 
La Habana, febrero 2014.  

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