(Pegando
la hebra con Circe y Yanier sobre la casa y la “Corona”
de Hemingway).
Por.
Alejandro Palomino.
¡Tremendo
regalo el que me has hecho! Pero antes de agradecerte tengo algo que
confesarte.
Se
cuenta que el autor de “Por quién doblan las campanas” cada amanecer
escribía al menos tres o cuatro cuartillas de un tirón.
El hombre se levantaba
de la cama y después de mear, inmediatamente se paraba delante de su
‘Corona’ con una taza humeante llena hasta el tope de café y a
pulsar teclas se ha dicho. No importaba lo que escribiera, el asunto era
escribir y ¡cuidadito! con molestarlo en el lance.
![]() |
| Maquina de Escribir de Ernest Hemingway/ Foto Yoan Palomino Lara |
Lo
curioso es que lo hacía en calzoncillos, de pie y descalzo. Así fue como rayó
su Premio Nobel: “El viejo y el mar”. Por eso ha trascendido
la anécdota.
Pero
no hay que olvidar que Hemingway era un ‘YUMA’ que vivía en Cuba en
uno de los lugares más exóticos de La Habana: ‘La Finca del Vigía’
o de ‘La Vigía’ o ‘El Vigía’, según el que la nombre.
Un sitio que hasta el día de hoy conserva- gracias a la Fundación Hemingway-
todas las condiciones creadas para escribir tres Premios Nobeles más.
De
niño, cuando vivía en Centro Habana en mi barrio Colón- e inspirados por la
lectura de “Hemingway en Cuba” de Norberto Fuentes- yo iba mucho
con un amigo de la infancia a la Finca del Vigía. Allá por el Diezmero, en San
Francisco de Paula, pasando La Virgen del Camino.
Salíamos
desde el Parque de la Fraternidad en la ruta 7, unas Leylans que llegaban hasta
el Cotorro. Era una hermosa aventura de cada domingo y eso que el transporte
público nunca ha sido bueno en Cuba. Te estoy contando de finales de los
’70.
La
majestuosa casa de Hemingway siempre nos intimidaba y la recorríamos comiendo
pepinillos agridulces que caían de los frondosos arbustos del contorno. Toda
una mansión con una torre independiente- torre con su historia de gatos- en un
enorme promontorio de tierra con una fabulosa entrada en forma de rotonda y una
caprichosa y ancha escalera para subir hasta la puerta principal que luego se
convierte en una suerte de acera o pasillo para rodear por ambos lados todo el
recinto. En la pared de madera del fondo, grabada la marca de la colosal
estatura del escritor. Lo tenía todo.
Dentro
de la mansión, un mundo inimaginable para los muchachos del barrio Colón:
piezas extravagantes, cuadros, muebles, libros, muchos libros, y un montón de
dispositivos de un valor incalculable. Hasta un telescopio y un proyector de
películas tenía el escritor de “Fiesta”.
Por
cierto, en la película cubana “Memorias del subdesarrollo” hay una especie
de ‘apología’ en función de la casa y la figura de Ernest
Hemingway. Recuerdo que Sergio- el protagonista- decía al final de aquella
escena algo más o menos así:- “Este Hemingway debió ser un tipo
insoportable”.
En
uno de los carteles que promociona la película se ve a Sergio mirando
irónicamente la cabeza de un animal con tarros, disecado y colgado en una de
las paredes de la casa. En otro Cartel promocional, está el mismísimo Sergio
mirando, desde su privilegiado balcón del Naroca en Línea y Paseo, el litoral
habanero por un telescopio igualito al de Hemingway.
Pero
en la cinta cuando te toca ver la subjetiva del personaje, es decir, cuando te
toca mirar a ti, la cámara tiene una mascarilla acoplada al lente y con el
plano cerrado sobre una valla publicitaria que indica:- “¡ESTA HUMANIDAD
HA DICHO BASTA Y HA ECHADO A ANDAR!”, célebre e histórica frase del Ché a
la que el protagonista de “Memorias…” responde:- “¡Ay,
compadre, como Laura… y no va a parar hasta Miami”.
Por
razones obvias, hoy ya no está permitido entrar a la casa en Cuba del autor de “Adiós
a las armas”, pero en aquellos tiempos podías ir hasta el baño y
utilizarlo si lo precisabas. También podías consultar la biblioteca personal de
Hemingway bajo la mirada atenta del custodio.
Y
en un rincón del estudio, más bien discreto, estaba su máquina de escribir
“Corona”. ¡Toda una leyenda con teclas de paticas! Todavía continúa
en su lugar. Hace poco fui otra vez a la residencia y pude comprobarlo. Te
‘pego’ una foto.
Bueno,
la cosa es que tu regalo de esa “Corona” semejantita a la del viejo
me ha estimulado mucho. Pero- y este PERO es muy importante- recuerdo haber
leído que justo unos días antes de suicidarse, Hemingway le escribió una carta
a su gran amigo, el poeta y novelista William Faulkner, donde gallardamente le
decía:- “Estoy en los mejores momentos de mi vida”. Después
se pegó un tiro por la boca. ¿Qué te parece?

No hay comentarios.:
Publicar un comentario