viernes, 26 de junio de 2015

La Isla en el pastel de “El padrino”.

 Por: Alejandro Palomino.

Es curioso- pero no deja de ser excesivamente manipulador- que después del 17-D y el anuncio de la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, una vez más un destacado periodista de la televisión cubana se refiera a “El Padrino” desde la escena donde los mafiosos cortan el pastel con la isla dibujada en el merengue para graficar el discurso que lo trae a la televisión.

Pero más allá de la simple gráfica fuera de contexto y según las marcadas intenciones del informador, pareciera que sin esa escena la película no tendría sentido. O lo que pudiera ser más alarmante, que es gracias a esa escena que el filme de Coppola trasciende hasta nuestros días. 

Si bien es cierto que esa circunstancia dramatúrgica no solo constituye una monumental denuncia a los verdaderos propósitos de aquellos pandilleros con camisas y trajes de seda, también la escena de Mario Puzzo se ha convertido en un documento inmarchitable y que con cierta autonomía dentro de la trama a la que pertenece, alcanza parabólicamente un altísimo valor histórico en las circunstancias actuales de la isla. Un documento por su contenido de alta sensibilidad para los cubanos.

En mi ‘enfermiza’ pasión por “El padrino” he llegado hasta lamentar que esa escena no pertenezca a la cinematografía cubana. Pero cuando uno cita o se apropia de “El Padrino” como obra de arte universal desde una sola de sus- digamos- advertencias, el horizonte choca contra nuestras narices y de golpe y porrazo desaparece la multiplicidad de sentidos que desbordan la zaga de Coppola. 

Entre 1972 y 1974- cuando aun los cubanos esquivábamos los devastadores efectos del fracaso de La Zafra de los Diez Millones y la desilusión del Cordón de La Habana- Francis Ford Coppola crearía, con apenas 35 años de edad, dos perpetuas obras de arte tituladas: El padrino y El padrino (Parte II). Luego, 18 años más tarde, y ante una millonaria oferta, Coppola invitó al mundo al final sin regreso de Michael Corleone en El Padrino (Parte III), una película menor al lado de sus descomunales antecesoras por llegar con esa sensación de encargo hollywoodense, pero sobresaliente, sin lugar a dudas, en comparación con otras del mismo género y con un Al Pacino en la cresta de la ola internacional y un Andy Garcia orgánico y disparando certeramente un Colt 45, haciendo soñar con una estrella en el Paseo de la Fama a más de un actor cubano, entre otras bondades.

Con el Muro de Berlín hecho cenizas y algunas de sus salvadas piedras en la subasta de Europa occidental, le entrábamos los cubanos al primer lustro de la década del ’90 sin entender muy bien lo que significaba la dimensión histórica del descalabro del socialismo y en particular la desaparición de la Unión Soviética.

No es hasta la tarde/noche del 26 de julio de 1993 que se anuncia la despenalización del dólar y las tiendas recaudadoras de divisas amanecen repletas de gente. No obstante, el 5 de agosto de 1994 se produce la explosión social conocida como “Crisis de los Balseros” que hasta obligó al presidente Clinton a tomar cartas en el asunto y utilizar la Base Naval de Guantánamo casi como prisión (escala) preventiva para los balseros interceptados en el Estrecho de La Florida.

Pero lo peor fue que hubo quizás más de un momento en ese trienio del ’93, ’94 y ’95 en el que prácticamente nos quedamos sin intercambio económico con el resto del planeta y no teníamos ni la más remota idea de cuán bloqueados, excluidos y desinformados estábamos.

El problema no era (es) solo de escases de alimentos o precariedad en otros renglones vitales. El problema era (es) existencial, de cambio de mentalidad también.

Francis Ford Coppola (lo de Ford se lo pusieron sus padres en homenaje al millonario fundador de la marca automovilística, tantos acordes musicales rara vez coinciden en un solo nombre) es considerado con razones de sobra como un genio de la controvertida maquinaria hollywoodense.
Un genio gordo y de espesa barba que primero se dejó seducir por- y después no se equivocó con- Marlon Brando; un genio que en el competitivo casting prefirió a James Caan antes que a Robert De Niro para el personaje de Sonny porque nadie hubiera creído que con el recio carácter del segundo actor este hubiera podido caer en la trampa del peaje y porque era mejor reservarlo para el Vito Corleone de la segunda parte y así de paso Oscarizarlo y encumbrarlo para siempre.

Coppola es el genio que filma y firma como director una robusta cadena de títulos cinematográficos de atmosferas tan inquietantes como:Corazonada y Apocalipsis now, una película que siempre que la ves es más que una excelente película de guerra, el propio Coppola llegó a declarar que: "Esto no es una película sobre la guerra de Vietnam. Esto es Vietnam".
Y también el genio de filmes fabulosos a partir de sus tragedias mafiosas como La conversación. Es imposible olvidar a Gene Hackman en La conversación, aquella imagen sinuosa de un patético solitario que se gana la vida trapicheando sus secretos más íntimos hasta que se quiebra y enloquece producto de una irremediable paranoia.
Pero, indiscutiblemente, la genialidad de Coppola cristaliza en su obra mayor “El Padrino” en sus versiones primera y segunda.
Me atrevo a decir que para mi generación el privilegio de haber visto estas dos obras maestras no lo supera nada. Uno puede revisitarlas cada cierto tiempo a lo largo de tantos años y todavía te siguen provocando asombro, respeto y un montón de sensaciones muy diversas. Un shock ético y estilístico implica ver “El padrino”. No alcanzan los elogios más poderosos para agradecerle a “El Padrino” su existencia.
Son dos películas que te hunden en la butaca por la compleja imagen que ofrecen del poder y las trágicas consecuencias que a ratos le acompañan. Los truculentos mecanismos a emplear para defender la familia como principal argumento y como columna vertebral de las estructuras sociales. Su progresiva fragmentación tras la oficialización de la violencia.
“El padrino” no es una escena de negocio con la isla en el pastel.
“El Padrino” es un filme sobre los grandes negociantes poniéndose de acuerdo para conseguir grandes negocios, grandes dividendos por encima de cualquier inconveniente. Lo que aquí es innegociable es la ceremonia de la venganza al precio que sea necesario. Si tienes que matar a tu propio hermano, eso no puedes dudarlo. No te puede temblar la mano cuando te toque asesinar a tu amigo de siempre. Esas son las reglas.
Para sobrevivir no puedes tener escrúpulos en esta sociedad exclusiva y excluyente. Aquí es obligado triunfar si o si. Mirar por encima del hombro es un hecho habitual. Si decides salirte de los esos códigos de comportamiento tendrás que someterte a una emigración forzada y olvidarte de tus obsesiones más nobles. A estas alturas del juego son ridículas. 
“El Padrino” es una película sobre una manera excepcional de ver la vida, una manera de vivir entre las zonas más obscuras y tenebrosas de la condición humana. Una manera de existir bajo la cultura de la violencia física y mental en un tiempo y espacio continuos que en el filme se complementan orgánicamente en función de la sensibilidad de los espectadores de cualquier época y de cualquier parte del mundo. No para hipnotizarlo, si para- digamos- advertirnos de lo que somos capaces de realizar en detrimento de nuestra especie.
Coppola es también un genio que con humildad visitó y conoció Cuba durante el Periodo Especial de los para entonces avanzados ‘90 y que alguna vez compró y cocinó unos deliciosos e italianísimos espaguetis para todos los que estábamos en esa ocasión en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.
Para esa fecha ya habían transcurrido más de dos décadas de la presencia entre nosotros de “El Padrino” (Partes I y II) y su impacto ético/estético nos había (ha) conducido y condicionado a comunicarnos más rápido y vernos mejor en el espejo (espejismo) de la familia de los Corleones que observar y valorar detenidamente el curso de nuestra historia o el destino de nuestra nación a través de un filme cubano.
Irónicamente, “El padrino” fue una cumbre que incluso pudo irse por el barranco si hubieran llegado a despedir a Coppola de Paramount cuando estaba en plena realización de la primera parte y el barbudo aun  no las tenía todas consigo respecto a la opinión de los ejecutivos.

Sin embargo, hubo paciencia y el artista fue legando una obra monumental, puede que lo más análogo a Shakespeare que se haya creado en el arte cinematográfico del siglo XX al cuestionar buena parte de los grandes temas del ser humano: la familia, la violencia, el poder, la sangre, el destino, el orgullo, el arraigo, la traición.

“El padrino” no es una escena aislada como un promontorio o un pedazo de tierra en el océano, parafraseando a Hemingway. Por ejemplarizante que sea, graficar un discurso mediático con la escena de la partición del pastel es un facilismo y un gesto oportunista que banaliza la colosal estatura del filme y puede ser capaz de confundir al tele/espectador estándar en los actuales y novedosos movimientos  socio/económicos y culturales que realiza nuestra nación. Un proceso lento y delicado, como todos sabemos, lo que implica ser prudente y reflexivo antes de relacionar los hechos.

No es malo ser elocuente y en ocasiones conviene disertar, sugerir o mostrar en los medios las herramientas de una sólida formación, pero la burda manipulación es de muy mal gusto, obstaculiza, confunde y frena.

Es como si ahora “inocentemente” te invitara a ver “Memorias del subdesarrollo” de nuestro esencial Tomás (Titón) Gutiérrez Alea para que solamente escuches lo que dice el norteamericano- traducido por Sergio- sobre las ‘Mesas Redondas’ en Cuba. 





jueves, 30 de abril de 2015

"Feeling good" o Las Puertas del Paraíso.


Apenas dos semanas después del anuncio de la normalización de las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Cuba, un amigo se marchó definitivamente a los Estados Unidos vía frontera con México.


Ayer noche me ha regalado su vívida experiencia camino a la frontera mexicana. Como le gusta el número ocho (por Ochún) me pidió testimoniar en un formulario de solo 8 preguntas. Hubiera bastado una sola, pero lo interesante fue que reordenó mi cuestionario colocándole un titular a cada una de mis interrogantes en un alarde Brechtiano de estudiado distanciamiento. Cuando se le distancia y se comparte, el dolor sabe a menos.


El intenso fenómeno de la fragmentación familiar en Cuba no es exclusivo del éxodo por Camarioca, los Marielitos o los no tan lejanos Balseros del ’94. Se trata de un asunto tan vigente y apasionante como delicado y rancio.


Al parecer, “la cosa” se nutre de ciertas Diferencias Irreconciliables ancladas en los cimientos de nuestra interpretación socio/cultural/política y una enredada concepción filosófica de la estructura familiar en Cuba que ya alcanza más de medio siglo de existencia. Algo que se traduce en una bastante transitada y estereotipada visión del futuro y el destino de nuestra nación.


Después de todo, la familia sigue siendo la célula fundamental de la sociedad.


¿Cuánto más habrá que esperar por la enseñanza y la práctica real- no virtual, no cacareada- del Respeto a la Diferencia- al menos en el costado literalmente doméstico- para que nuestras familias se expresen y proyecten con sentido de la modernidad?

Aquí les dejo el testimonio de Daniel. Léanlo y compártanlo para que el dolor sepa a menos.


1.- El avión.

Pregunta (P):- ¿Qué tal resultó viajar por vez primera al extranjero?

Respuesta (R):-  Fue muy interesante. Salimos el 31 de diciembre. Dos semanas después del anuncio de la normalización de las relaciones entre Cuba y USA. Imagínate, de no haber realizado jamás un viaje al extranjero, salté a sentarme en Primera Clase porque gracias a nuestra presencia regular en la televisión esa aerolínea tuvo la gentileza de brindarnos un tratamiento diferenciado. No obstante, iba tenso por todo lo que implica subirte a un avión, mas el valor agregado del verdadero objetivo de ese viaje, pero eso sí, tampoco era como para renunciar a mi cervecita Heineken y mucho menos a comer como todo un "expeditivo” de la Universal. Así y todo, iba repasando “el guión” para la Entrevista de Internación en México. Me hacia un nudo en la garganta el solo acto de pensar que si me denegaban el ingreso al país significaba montar inmediatamente en otro avión de regreso a La Habana. Aterrizamos y desembarqué. Me paré delante de la ventanilla y repetí mi bien aprendido “libreto de luna de miel”: los artistas recién casados, mi esposa es cantante de mariachis, nos espera un vuelo a Cancún, esta es la reservación, etc, etc, etc…    ¡Éxito total y salimos de allí! No miré hacia atrás.







2.- El Distrito Federal (DF).

P. ¿Qué debe hacer un cubano recién llegado al DF? ¿Se necesita una Guía Turística?

R. Lo que hay que hacer es estar asustado. Nada de Guía Turística. Así de sencillo. Estar asustado es todo lo que se necesita. La cantidad de miedo que tenemos relacionado con México es impresionante. Las abundantes noticias sobre asesinatos, jóvenes desaparecidos, el narcotráfico, los timadores ambulantes, el referencial cinematográfico y las leyendas, hacen de México un verdadero cuchitril. Y- con esos truenos- para nosotros dos, una buena parte de los mexicanos podrían ser asesinos, violadores, prostitutas y secuestradores! ¡Nadie puede ser como Frida o Diego! ¡Imagínate tú! Uno no tiene ni idea. Se cumple lo mismo con quien desconoce las sabrosas madrugadas habaneras y con las orejeras puestas salen corriendo del aeropuerto directo para el hotel de Varadero.

Mira, agarramos un taxi en el aeropuerto y nos quedamos justo en el corazón del DF, en un Hotel llamado “El Ejecutivo”. De Cuatro Estrellas ese hotel.

El primero de enero nos fuimos de tour por todo el DF y luego a las pirámides a llenarnos de energía. Nos metimos en la candonga más peligrosa del DF a comprarnos zapatos y abrigos para el largo viaje hacia el frio norte. Eran días de tequilazos. Regateamos precios, montamos guaguas y mas taxis VW, caminamos por el medio de la calle; hicimos todo lo que supuestamente es contraindicado en el DF… ¡Y no nos pasó absolutamente NADA!

En minutos fuimos perdiendo el “histórico” miedo y a todos los mexicanos que me encontraba les preguntaba cualquier tontería- incluyendo a los “temidos” policías metropolitanos- nada más por curiosidad y todos fueron muy atentos y amables. Lo único raro en el intercambio era la extrañeza que se llevaban al enterarse que nosotros éramos dos turistas cubanos hospedados en un hotel llamado "Ejecutivo” y de luna de miel en el país azteca. ¡De película surrealista en el mejor de los casos! ¡De espionaje o terrorismo en el peor!


3.- El viaje a la frontera.

P. ¿Qué temas recomiendas conversar con un taxista mexicano camino a la frontera con USA?



R. Bueno, esto era lo peor de todo hasta ese momento. El viaje a Tijuana no lo pude preconcebir en La Habana, porque si sacaba boletos desde Cuba eso iba a resultar sospechoso para la Entrevista de Internación. Así las cosas, al segundo día de estar en el “peligroso” DF mexicano me fui hasta el aeropuerto y compré dos boletos para la fecha que estuviese más cercana sin importarme el precio. Los compré de ida y vuelta, por si las moscas. El viaje a Tijuana es más largo que de La Habana al DF y este ya no era en Primera Clase a pesar de ser más caro. Pero bien. Todo bien. Volamos tranquilos. En la terminal de Tijuana una cola larguísima para revisar los equipajes. Imagínate, fiestas de año nuevo y todos los Yumas que se van de vacaciones a putear a México se van a Tijuana! Allí si es peligroso “el mambo”.

Se trata de un aeropuerto minado de militares armados hasta los dientes. No es jamón. Pero a nosotros ni nos miraron. Pasamos las maletas por los rayos X y salimos raudos y veloces.

Afuera del aeropuerto tremenda molotera de gente.



Los Taxis en Tijuana si son peligrosos, sobre todo para los cubanos. Yo iba listo para hablar en inglés y hacerme pasar por yuma, pero me di cuenta a tiempo de que en Tijuana… ¡se habla un inglés de pinga, mi socio!



Entonces, me proyecté en perfecto español, como el americano de tu obra de teatro Carne Rusa. Al primer taxista que pasó- con tremenda mala pinta- le dije que nos llevara para la Puerta Fronteriza más cercana. El tipo muy risueño y atento nos montó las maletas en el maletero del carro y ahí mismo las di por perdidas. El miedo otra vez. El fantasma de William Loman planeó sobre mi cabeza. Pero nos sentamos en el asiento trasero rápidamente y fuimos suplicándoles a todos los santos y mártires que conocemos durante los 15 minutos que dura ese viaje, incluyendo a Quetzalcóatl, por supuesto.



El taxista resultó ser cariñoso y hasta buen conversador de generalidades pero de repente arregla el retrovisor y nos pregunta sobre nuestro “paseo y la luna de miel”. Le respondí escuetamente.

Hizo un breve silencio y como quien no quiere las cosas nos pregunta de dónde éramos. Miedo, susto, duda, aprensión y recelo todo mezclado con una pausa larguísima, la más larga de mi vida. Te lo juro.

Hasta que le respondí con desdén, pero despacito y quitándole importancia: -¡De lejos!

El tipo me miró la nariz y preguntó:

-¿De Argentina?

Yo tranquilo:

-Sí, de Argentina, ¿cómo se dio cuenta?

Ahí fue que pude respirar y le di las gracias a mi paternal herencia probóscide!

Continuamos el trayecto hablando tranquilamente de El Obelisco, los porteños, Los Andes y La Patagonia hasta que llegamos a la frontera con USA. En el mismo taxi pasamos de largo el puesto fronterizo mexicano y nos dejó justo en una larga cola ubicada a unos 300 metros de la puerta norteamericana y- eso fue fabuloso- ¡fuera del alcance de los controles mexicanos! Le regalé 20 dólares al taxista y se fue radiante. Al final creo que no se tragó el tupe “argentino”.



los quince minutos de taxi (2)

Los peligrosos 15 minutos del trayecto en Tijuana.



Da igual y pedí el último en la cola, como si fuera la cola del pan.

¡Dos horas de cola, mi hermano! Un montón de gente que transita por esa puerta a diario. El tema es que en los automóviles solo puede cruzar la frontera el chofer. El resto, los pasajeros, tienen que bajarse y hacer la multicolor cola.



4.- El guardia.

P. ¿Cuál es la mejor forma de “sacudir” a un guardia fronterizo?

R. Al primer guardia que encontré “toreando” la cola le recité el versículo de ‘la libertad’:- “Hola, buenas tardes. Somos cubanos y nos queremos acoger a la Ley de Ajuste” Por supuesto, eso lo tenía preparado en perfecto inglés. El socio nos miró con sorna y nos indicó que siguiéramos en la cola, que más adelante se lo repitiera al próximo guardia que me encontrara. Me dije: ¡Ah, el peloteo! Así lo hice. Hasta que llegamos a un tipo grande, con gafas oscuras y una barbita blanca. Le repetí el famoso versículo y se quitó las gafas, nos miró de arriba abajo- como en las películas del oeste- y nos pidió los pasaportes cubanos. Los revisa y me los devuelve diciendo que eran pasaportes falsos y que allí no dejaban entrar cubanos. Imagínate nuestras caras. Otra pausa llena de desconcierto y compitiendo en buena lid con aquella larguísima.



Pero yo tranquilo- aparentemente- y en el inglés mas chapurreado y malo que he hablado en mi vida le volví a repetir el versículo… ¡y el tipo comenzó a reírse, asere! Se rió durante mucho tiempo. Se estuvo riendo de mí y en mi cara y cogí un encabronamiento controlado como por 30 segundos. Luego, el muy hijoeputa, me dio una palmada en la espalda y me dijo:- ¡Bienvenido a los Estados Unidos de América!



¡Se abrió la tierra! ¡Respiré y creo que hasta me chispié en los calzoncillos!

Entonces, señaló a otro guardia que estaba en un mostrador revisando pasaportes (como hacen los cajeros en las tiendas) y le dijo:- “Oye, un par de cubanos para ti”. El guardia que revisaba pasaportes refunfuñó y nos dijo en un pulcro castellano que fuéramos con él.



5.- El latino.

P. ¿Puede hacer las veces de “buen hombre” un guardia latino en la frontera de USA?

R. Era de la florida el guardia fronterizo que revisaba pasaportes y siguió refunfuñando porque las siguientes 4 horas fueron dedicadas a llenar nuestros papeles y a escribir informes.



Nos preguntó sobre cómo habíamos llegado y nos felicitó también. Era un tipo agradable, refunfuñón, pero agradable. Le repetimos el argumento melodramático y se rió un buen rato. Luego me confesó que había mucha gente que la pasaba peor que nosotros y hasta llegaban heridos físicamente, pero que a partir de este momento toda mi vida iba a cambiar… ¡para mejor!


Pero todavía lo que se conoce como “El Tránsito” no había ni comenzado.

Me explicó que era de rutina lo que venía, que no me asustara y me pidió que pusiera las manos arriba de la mesa. Me cachearon y luego me esposaron. Wilma me miraba asustada. Caminé riéndome de aquellos policiacos de antaño. Ellos también se reían.

Me retiraron los cordones, el cinto, me revisaron los zapatos, me viraron los bolsillos al revés y me contabilizaron todo lo que llevaba encima, centavo por centavo. Con cara de tristeza el tipo miró mi “fortuna” y me la devolvió. “Aquí eso es muy poco- me dijo- pero imagino lo que te habrá costado reunirlo en tu país. Cuídalo, te va a hacer falta. Aquí la cosa es dura para nosotros los latinos”.



6.- La espera.

P. ¿En qué consiste el término “Esperar” por la “Entrevista” bajo los dominios de la guardia fronteriza de USA?

R. Nos sentaron en una sala de espera, separados, a Wilma y a mí. No podíamos hablarnos. Estábamos a menos de cinco metros y nos pasamos la noche entera tirándonos guiños, suspiros y miradas de consolación ¡La noche entera en la incertidumbre! Y la noche entera rodeados por mexicanos “brinca cercos”- como les dicen ellos; un par de putas revoltosas guatemaltecas y una familia de chinos. Era un chino gordo y grande, en tanto su mujer era flaca en son raquítica y andaban con una niñita como de siete años. Eso me partió el alma. Al chino lo cogieron cruzando la frontera en un carro robado y con $20.000 dólares en un maletín.


Nos cogió la madrugada, por suerte, ni gota de hambre. Desde que llegamos nos embutieron a Mac Donalds y refresquitos de sobre. Desde las 4 de la tarde hasta bien entrada la madrugada estuvimos viendo los animados americanos más pesaos que uno pudiera dispararse. Creo que eso fue lo peor de la estadía en la frontera después de todo. ¡El mejorcito fue Bob Esponja a las 11 de la noche! De ahí en adelante ni un animado que valiera la pena… ¿De dónde cojones los Yumas habrán sacado su asqueroso gusto por los animados grotescos e histéricos que se meten esta gente, asere? Como a la 1.00am nos repartieron unos colchones de "esponjita" y unos cobertores tejidos, rosaditos… muy homosexuales ellos… ¡los cobertores, asere!



7.- La entrevista.

P. ¿Cuánto se gana y cuánto se pierde en una ‘Entrevista’ en la frontera de USA?

R. A media madrugada- igualito que en los interrogatorios de Villa- nos llamaron, primero a mí, y luego a Wilma para testificar. Nos tiraron las fotos más feas en las que he quedado en toda mi vida (y eso que soy un poquitín fotogénico). Todavía medio dormido me acribillaron a preguntas, a las cuales Wilma debía responder de igual manera. ¡Qué clase de nerviosismo!


Me hicieron levantar la mano derecha y jurar que estaba diciendo la verdad, nada más que la verdad y toda la verdad. Lo hice y luego me sentaron y me acribillaron.

Como gato bocarriba, ya tú sabes, me defendí. Iba entendiendo a medias el inglés trasnochado del guardia viejo, descendiente de indios americanos, cruzado con mexicanos de antes. Siempre intenté responder a todo.


“¿Cómo te llamas, de dónde vienes, con quién vienes, a quién vas a ver, porqué, dónde vas a vivir, con quién vas a vivir, qué hacías en Cuba, estuviste preso?”, etc, etc. ¡Un auténtico interrogatorio de más de unos larguísimos 40 minutos! Nada de “Entrevista”.


Al final me preguntaron quién estaba afuera esperándome. Me pidieron el número y llamaron a mi sobrino que llevaba la noche entera esperando esa llamada, tirado en el asiento trasero de su carro, un BMW. Le preguntaron que si me conocía y finalmente me enteré a qué hora nos iban a soltar. A las 6 de la mañana. Y después vino el sermón sobre “

"Feeling good" o Las Puertas del Paraíso.


Por. Alejandro Palomino.



lunes, 16 de febrero de 2015

¡Obsesiones vs Más dinero en menos billetes!... La pelea del siglo.



  Muchachos en un barrio habanero.
Autor: Alejandro Palomino.
 
“Mi pregunta es:¿Usted confía en Roberta Jacobson?- le soltó el periodista extranjero a la señora Josefina Vidal Ferreiro (Directora General de Estados Unidos del MIREX) en la Conferencia de Prensa realizada luego de las tres reuniones sostenidas entre los días 21 y 22 de enero… ¡Señores!...  si a estas alturas del “juego” los cubanos tuviéramos que esperar a que surja un “ambiente de confianza” entre las dos partes para mudar de aires nuestro accionar sobre el actual panorama económico… ¡De horchata tendríamos la sangre estos criollos!
Pero bueno, más allá de ciertas presiones mediáticas, no deja de ser interesante lo que está pasando entre nosotros después del 17 de diciembre, al menos desde el punto de vista dramatúrgico/obsesivo, y ni hablar del histórico.
Para buena parte de la opinión pública mundial, el inicio de las conversaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos significa una Nueva Era en el maniobrar económico de los cubanos de a pie. Pero lo cierto es que en Cuba hace rato que estamos “sudando la camiseta” y “haciendo malabares culinarios” para poner los alimentos en el plato, punto culminante de las empresas familiares más humildes.
Aquí casi nadie ha esperado a que se produjeran estas bienvenidas conversaciones diplomáticas para cambiar y mejorar la parte del mundo que le corresponde. Los cubanos somos muy obsesivos, muchas veces hasta nos pasamos. Desde la apertura hacia los negocios privados en el 2010- hace apenas cuatro años- los cubanos comenzamos a sacudirnos con desesperación de la inercia.
Quizás haya sido desde antes, según algunas crónicas “callejeras” y nada despreciables, pero sin lugar a dudas el comienzo de la segunda década de este siglo ha marcado un salto sustancial en nuestro habitual comportamiento de las últimas décadas.
¡Al toro por los cuernos!- reza el viejo refrán y eso es lo que ha venido ocurriendo en Cuba con sobrada naturalidad aunque muchos de nosotros todavía no hayamos podido reaccionar del todo al trance socio/económico y a la velocidad vertiginosa de las nuevas tecnologías y- aparte- tengamos ahora que lidiar con el nuevo slogan “Más dinero en menos billetes”, clavando igual los pinchos en la grave y archiconocida nota del 25 por 1 para comprar el aceite de cocinar… que es donde más duele la cosa. 
No obstante, nada de lo que se ha conseguido en el último lustro, ni se conseguirá en lo adelante, ha sido o será tarea fácil de mantener, pero lo que sí es cierto es que la “Nueva Era” en Cuba ya peina canas a pesar de que el célebre e imperioso “Cambio de mentalidad” siga estacionario.
“Cambio de mentalidad”- no es un anuncio publicitario- es acción y dinero.
La gestión empresarial de todos los negocios por cuenta propia en Cuba esta permeada de innumerables obstáculos. Algunos de esos frenos son hasta subjetivos y lastran el verdadero sentido y la misión corporativa de esos ministerios.
Así y todo, las quejas sobre el proceder del servicio privado no levantan ni una pulgada al lado de las que impunemente ocasionan las ofertas estatales. Lo cual continúa siendo la asignatura pendiente para las autoridades del tramo. Se desborda la mala educación y en cualquier momento la sangre va a llegar al rio.
Después del 17 de diciembre he escuchado en varios establecimientos estatales la siguiente suplica: “¡Tengo unas ganas de que los americanos lleguen!”, como si la “llegada” de los americanos fuera la tabla de salvación ante la indisciplina, la ignorancia, la distorsión, el desatino y el maltrato que pululan en muchos de esos establecimientos y otras bandas de nuestra sociedad. Es increíble como seguimos pecando de inocentes o culpables.
“Los americanos”- si finalmente son un patrón de conducta internacional (algo bastante inverosímil)- entonces, “los americanos” somos nosotros mismos. Lo que pasa es que no queremos- ¿o no podemos?- asumir esa responsabilidad ética. ¿Por qué hay que seguir esperando a que alguien piense por nosotros?
En algunas muy animadas conversaciones de mis colegas han surgido varias interrogantes sobre el tratamiento al turismo norteamericano que después del 17 de diciembre podrá viajar a la Isla con MasterCard o American Exprés sin la necesidad de permisos especiales. La mayoría de las dudas gravitan sobre la disponibilidad y el acceso a internet y la prestación de servicios médicos de primeros auxilios cuando ese turismo se hospede en los hostales privados o en algunos hoteles del sector estatal que aun no los ofrecen.
“¿Brindará ese turismo el 15% de propina que le caracteriza sin tener paso a esos servicios y sufrir la incompetencia como norma?”- es siempre la mayor de las vacilaciones que ruedan sobre las mesas de “La Arcada”, la cafetería que está en M y 23, en el vedado.
“¿Tú crees que esta cafetería se convierta en un Burgui?”- le ironiza medio en serio medio en broma un experimentado actor a otro de su generación después del 17 de diciembre. “Cuando eso pase la tienda de la esquina será un K-Mart y el ICRT tendrá patrocinadores privados si todavía existe”- responde el colega.
La última suposición ‘futurista’ la dice con ansias, dolor y declaración de principios.  
También- en otro extremo- después del 17 de diciembre he asistido a dos (¡dos nada más!) importantes reuniones de trabajo relacionadas con mi obsesivo perfil y en ambas la preocupación y labor más importante de los dirigentes  fue la de explicarnos con lujo de detalles- ¡como si no la conociéramos!- “la delicada situación económica que tiene el país para encaminar los ambiciosos proyectos de los jóvenes creadores”.
Una verdad con frases machacadas que de tanto girar sobre nuestras cabezas provocan nauseas. Sigue siendo como si tuviéramos que entender que para trabajar con profesionalidad  y conseguir un producto de alta calidad estética, competitivo, hay que tener orejeras y estar ajenos a lo que a escala internacional está pasando. Sin contrastes nada tiene sentido y la libertad es la necesidad conocida. Después de todo, el anterior es un pensamiento marxista.
Hay cosas que no se pueden seguir guardando en la nevera porque igual se descomponen.
Diplomáticamente el discurso está cambiando entre Cuba y Estados Unidos, pero en nuestras calles y escuelas sigue estancado, más bien en retroceso. Muy lejos seguimos del tan necesario, llevado y traído “Cambio de Mentalidad” interna. O es que también ¿habrá que esperar a que lleguen los americanos para cambiar de mentalidad?

Ya se sabe que lo que resuelve los problemas más serios de una sociedad- o los agrava- son las Mentalidades. El tema domestico es mirar y analizar con honradez el nivel educacional que tenemos, revisar y colegiar qué entendemos como comprensión, como respeto al que se sienta a mi lado pero piensa de una forma diferente a la mía, pensar en cómo premiar públicamente la gestión cultural despolitizada, de hablar y debatir con propiedad acerca de personalizar y diferenciar la enseñanza según las características y trayectoria del estudiante.
Hay que discutir sobre conciencia ciudadana, en qué consiste y qué significa y cuál es el alcance de sus beneficios. Hacerlo con seriedad y constancia desde los medios, sin el habitual choteo que nos caracteriza o la letanía del cuento de la buena pipa y el latón de basura derramado. Hacerlo con jóvenes competentes. Cambiar la imagen y el discurso de siempre.
Se trata de un trabajo riguroso y profundo en todos los aspectos éticos y estéticos de la sociedad y que lleva mucho tiempo en su proyección y demanda un altísimo costo económico.
Un trabajo que debe priorizar en sus acciones a las familias que han sufrido la fragmentación, las dolorosas ausencias y el éxodo de sus hijos en estos 56 años de aislamiento. Un trabajo que se les debe desde hace mucho tiempo a las escuelas primarias, secundarias y preuniversitarias de los barrios marginales con potencial delictivo y donde desde hace mucho tiempo ya no sirve-  para educarlos como hombres y mujeres modernos- el seguimiento al pie de la letra de un aburrido Plan de Estudios.
Los Planes de Estudios no hacen a los maestros, son los maestros los que hacen los Planes de Estudios y eso cuesta.
Un buen profesor no solo puede contar la historia desde el punto de vista socio/político y con ello ordenar categorías para evaluarlas después. Un buen profesor no puede impartir clases sino habla de poesía en el aula, sino habla de música, de teatro, de cine, sino habla de los barrios donde han crecido sus alumnos, sino es asesorado por artistas, psicólogos, empresarios, policías, etc.
Un buen profesor no puede parase delante de una pizarra sin antes hablar de su vida con total honestidad, sino invita a sus estudiantes a no cometer los errores de su generación, sino crea la diferencia. Las diferencias no son el problema, el problema es no entenderlas, no reconocerlas, ahí es donde desaprovechamos la oportunidad de enriquecernos y prosperar como sociedad.
La única forma de Cambiar la Mentalidad es trabajando desde la educación, desde la familia y desde los primeros estudios a riesgo de que esos empeños y obsesiones no nos devuelvan el momento en el que, lamentablemente, perdimos el contacto con los buenos modales.
Obsesiones que también son inversamente proporcional a el slogan “Mas dinero en menos billetes”. ¿Qué vas a hacer maestro?


Autor: Alejandro Palomino.