martes, 15 de abril de 2014

“Esta es la nueva escuela/esta es la nueva casa/casa/escuela nueva… (Bis)”. Todo era mentira.

Por. Alejandro Palomino.
                                                     La violencia engendra violencia.
                                                                    La mentira, destruye.

En el verano de 1976 varios grupos de niños del barrio Colón de Centro Habana, nos fuimos a estudiar y a trabajar para la otrora Isla de Pinos bajo los acordes y melodías de aquellas hermosas canciones del “Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC”.
Teníamos apenas doce años de edad y recién habíamos terminado los estudios de la educación primaria. Hoy no recuerdo con exactitud todos los detalles iníciales de aquel siniestro episodio que aceleró nuestra infancia y adolescencia.
Repaso que al terminar el curso escolar del sexto grado, nuestros padres fueron citados a una ‘reunión urgente’ en la escuela de turno y allí llenaron (o firmaron) unas planillas de rigor para que- bajo su conformidad y autorización- sus hijos se incorporaran al proyecto Socio/laboral/Educativo definido como “La Nueva Escuela” en donde, sin lugar a dudas, nos “formaríamos” como el “Hombre Nuevo” que necesitaba el agudo proceso revolucionario cubano.
Entonces, a la voz de mando, con maleta de madera en ristre y vestiditos y peinaditos como se ve en las fotos en blanco y negro de la década del setenta, estábamos haciendo fila bajo el sol de agosto en la explanada del viejo espigón del puerto de Batabanó al sur de La Habana. Íbamos cantando “Esta es la nueva escuela/esta es la nueva casa/casa/escuela nueva…”.
En los cargueros mercantes “Palma Soriano” y “Jibacoa” la travesía marítima duraba de seis a ocho horas hasta Nueva Gerona, según la carga, las condiciones del tiempo y las reglas para la navegación.
En el “Comandante Pinares” o el “Isla de la Juventud” (de pasajeros ambos) el viaje era un poquito más rápido pero no por ello los mareos y los vómitos disminuían.
Desde la ventanilla de la guagua el diseño arquitectónico “Girón” de las ESBEC y los IPUEC (las “Nuevas Escuelas”)- constituidas por tres bloques o edificios de desiguales dimensiones y de acuerdo a sus utilidades- adornaban, como punticos blancos en la lejanía el organizado paisaje verde conformado por citrícolas surcos y regias cortinas de pino, las afueras de Gerona.
Los regadíos por aspersión bañaban constantemente los arbustos francamente enyerbados pero bien cargados de toronjas, naranjas y limones. Faena dura de chapeo y recolección la que nos esperaba debajo de las santanillas.
Por amor estamos haciendo/…/para por amor seguir trabajando/…/Que nadie interrumpa el ritmo/queremos amar en paz/para decir en un grito/ ¡Cuba va!/ ¡Cuba va/ (Bis)- estrofa de otra memorable, triunfalista y estandarte canción del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC.   
Unos niños nos quedamos en “Protesta de Baragua”, otros en “Micaela Labastida”; algunos continuaron hasta la “19 de Abril” o “Vanguardia de La Habana” y así nos fueron ‘despachando’ de Escuela Nueva en Nueva Escuela a lo largo y ancho de toda la Isla de Pinos de 1976.
Entregados los expedientes escolares fuimos conducidos en fila india hacia  la Plaza de Formación ubicada entre el edificio docente y los dormitorios. El severo discurso del director de la escuela- de albúmina formación “Makarenka”- no se hizo esperar. Entendidos los “puntos sobre las íes” comenzamos por las mañanas a recolectar toronjas con fines de exportación y a recibir clases por las tardes para convertirnos en verdaderos “Hombres Nuevos” como lo necesitaba la revolución. 
Un horario estricto y riguroso para cada actividad a desarrollar. La Diana para el despertar se produce a las 6.00am y para el descanso a las 10.00 de la noche. 16 horas de continuas y duras acciones durante 25 días al mes por 3 de Pase o Permiso para visitar a nuestras familias.
Nuestra estancia en La Isla estaba planteada para 6 largos años entre los estudios de la enseñanza secundaria y preuniversitaria. Ingresamos con 12 a la “Nueva Escuela” y nos graduaríamos como “Hombres Nuevos” a los 18 años. Todo era cuestión de tiempo. “Esas canciones no mienten, compadre”- aclarábamos.    
La cantidad de aspirantes a “Hombres Nuevos” alcanzaba la astronómica cifra de 600 estudiantes por escuela y rara vez en el desayuno alcanzaba la leche para todos los niños. El menú del almuerzo y la comida gravita reiteradamente en Harina de maíz bien caliente, Chicharos aguaos y Sardinas en conserva (de la lata), todo servido en irregulares bandejas de calamina.
El piso del comedor es resbaladizo e intratable. Fácilmente podías llegar a tu mesa después de una estrepitosa caída y sin los preciados alimentos.  Pero todo era cuestión de Adaptarse a las Dificultades.
“Hay que adaptarse a las dificultades”- repetía insistente el profesor de ‘Vida Interna’.  
Un especial momento de cada jornada consistía en que para comenzar y cerrar cualquier actividad era obligatorio decir a coro un slogan triunfalista desde la regular formación por grupos y henchida actitud militar.
“Solo los cristales se rajan, los hombres mueren de pie” o “Los hombres mueren, el Partido es inmortal”, eran más bien los lemas habituales que iniciaban y daban por concluidas las desiguales y difíciles tareas a vencer. 
Recordemos que en 1975 se había celebrado con éxito el Primer Congreso de Partido Comunista de Cuba pero entre sus acuerdos nunca figuró el lineamiento de que al comedor de una ESBEC no tenías acceso si no decías el LEMA desde la Plaza de Formación.
Por último, en el dormitorio el compromiso de mantener el orden disciplinario recae en los hombros de tres niños: el Jefe de Albergue, su segundo al mando y el Jefe de limpieza. Todos designados por la Dirección de la “Nueva Escuela/Nueva Casa”.
Ellos también son estudiantes/aspirantes a “Hombres Nuevos”, pero… han llegado aquí con serios problemas de conducta y proclives a la delincuencia. Víctimas de las más perturbadoras manifestaciones de violencia familiar y social, muy agresivos.
Nacidos y crecidos en los círculos más hostiles de los ruedos marginales y marginados por la sociedad de un país en pleno escenario de crisis económica y de no pocos valores éticos corriendo la misma suerte.
El sistema de comportamiento en los dormitorios y otros espacios de la institución se porta tan carcelario como a la vieja usanza de las prisiones de aislamiento. Se vuelven comunes y familiares las golpizas y los abusos. Los atropellos cobran presencia en los rostros amoratados y los escuálidos cuerpos de los más indefensos. La cacería es infernal entre las literas y de cubículos a cubículos. 
Muchas veces los niños blancos son golpeados, ultrajados y perseguidos por otros niños negros y viceversa. Debido al acoso y el maltrato, los más indefensos prefieren dormir en las mesas de las aulas del edificio docente o incluso, en los peligrosos aleros de la instalación en el intento de burlar la asechanza y evitar las palizas.
Con frecuencia les roban el colchón, la sábana; les prenden candela en los pies mientras duermen o les revientan una bofetada en pleno descanso nocturno y no pueden trasmitir la queja porque eso puede ser peor para ellos. “¿Será mentira lo del ‘hombre nuevo’ y la ‘nueva escuela’?- nos preguntábamos continuamente. “Hay que adaptarse a las dificultades”- repetía el ‘Vida Interna’ y el tiempo seguía pasando factura.
 Nadie le pone coto al desatino, la torpeza, la discriminación racial o la animadversión. Los desprecios y las iniquidades son permanentes y todo sucede como si el profesorado no tuviera ‘jurisdicción’ en los albergues. Hacen caso omiso y la vista gorda de lo que allí ocurre.
Los auto/robos amañados y ejecutados por los propios ‘niños jefes’ sobre sus pertenencias, implican para los demás largos castigos de formaciones en posición inmóvil (¡FIRMES!) hasta altas horas de la madrugada y con el cuerpo desnudo a la intemperie. Mientras dura la penitencia uno de los jefes golpea con un cinturón las espaldas y los glúteos de los muchachos colocados en hilera.
Se pierde la noción del tiempo en “La nueva escuela/nueva casa” y los niños de entonces, ya no éramos los mismos. Aprobada la Nueva Plataforma Programática del Partido, Isla de Pinos cambia su nombre por: “Municipio Especial Isla de la Juventud” y en La Habana se celebra a todo bombo y platillo el “XI Festival Internacional de la Juventud y los Estudiantes”.
Una mañana absurda de la “Nueva Escuela” un niño agrede a otro con un machete y le troza en pedazos el muslo derecho. Ese mismo día aparece debajo de una litera una maleta de madera con tres pistolas escondidas y aunque ‘el hallazgo’ es reportado no pasa nada.
Dos chicas de 14 años son expulsadas deshonrosa y públicamente del centro escolar por haberse besado en los labios y otras tres de la misma edad están embarazadas del profesor de química. Mientras, un destacado profesor de Astronomía es expulsado del sector por homosexual.
Una alarma tardía por el engaño se dispara entre los padres de muchos niños.              
Los ‘inadaptados’ se marchan de las casi totalmente destruidas, saqueadas y empantanadas “Nuevas Escuelas”. Eso a riesgo de que les ‘manchen’ el expediente escolar y les marquen oficialmente como “Rajados”- una condición que NO les permitirá continuar sus estudios en una escuela secundaria urbana.
Entre los que se quedan se establece el ‘Pandillaje’ como cotidiano modo de vida y ‘Peñas en Tropel’ de estudiantes/aspirantes a la sublime pero muy rara condición de “Hombres Nuevos”. La violencia en el perímetro puede llegar a superar las múltiples visiones estereotipadas existentes sobre el tema. En el lance pandillero cumplimos 18 años.
Todo era mentira.
El despojo, el fraude académico, los maltratos, las sustracciones, las golpizas, el estimulado ejercicio de la chivatería y las encerronas a boca de jarro dejaron profundas heridas en la memoria de todos los que una vez habíamos anhelado convertirnos en indiscutibles “Hombres Nuevos” en aquellas blancas “Nuevas Escuelas/Nuevas Casas”. Un Proyecto convertido en una autentica Pesadilla. “Esas canciones son una mierda, asere”- concluimos. 
Una infame mentira.
El destino de muchos de nosotros como Hombres Modernos ha sido dudoso. Varios se fueron de Cuba por el puerto del Mariel en abril de 1980. Otros lo hicieron en rústicas embarcaciones detrás de la explosión social desatada en La Habana en agosto de 1994. No pocos habían muerto en la guerra de Angola.
Algunos no salieron jamás de las prisiones habaneras. Un grupo significativo ‘se busca la vida’ en el mercado negro y los más afortunados sacamos fuerzas de flaquezas cumpliendo 3 años en el ejercito militar para poder realizar después estudios universitarios buscando crear y desplegar una familia sin traumas en el país que nos vio nacer. 
Esos niños cubanos de 1976 hemos llegado a los 50 años de vida.
¿Alguien quiere continuar mintiéndonos?
 
La Habana, 4 de abril de 2014.