Por. Alejandro Palomino.
La
violencia engendra violencia.
La
mentira, destruye.
En el verano de 1976 varios grupos de niños del
barrio Colón de Centro Habana, nos fuimos a estudiar y a trabajar para la
otrora Isla de Pinos bajo los acordes y melodías de aquellas hermosas canciones
del “Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC”.
Teníamos apenas doce años de edad y recién habíamos
terminado los estudios de la educación primaria. Hoy no recuerdo con exactitud
todos los detalles iníciales de aquel siniestro episodio que aceleró nuestra
infancia y adolescencia.
Repaso que al terminar el curso escolar del sexto
grado, nuestros padres fueron citados a una ‘reunión urgente’ en la
escuela de turno y allí llenaron (o firmaron) unas planillas de rigor para que-
bajo su conformidad y autorización- sus hijos se
incorporaran al proyecto Socio/laboral/Educativo definido como “La
Nueva Escuela” en donde, sin lugar a dudas, nos
“formaríamos” como el “Hombre Nuevo” que
necesitaba el agudo proceso revolucionario cubano.
Entonces, a la voz de mando, con maleta de madera en
ristre y vestiditos y peinaditos como se ve en las fotos en blanco y negro de
la década del setenta, estábamos haciendo fila bajo el sol de agosto en la
explanada del viejo espigón del puerto de Batabanó al sur de La Habana. Íbamos
cantando “Esta es la nueva escuela/esta es la nueva casa/casa/escuela
nueva…”.
En los cargueros mercantes “Palma
Soriano” y “Jibacoa” la travesía marítima duraba de seis a
ocho horas hasta Nueva Gerona, según la carga, las condiciones del tiempo y las
reglas para la navegación.
En el “Comandante Pinares” o el
“Isla de la Juventud” (de pasajeros ambos) el viaje era un poquito
más rápido pero no por ello los mareos y los vómitos disminuían.
Desde la ventanilla de la guagua el diseño
arquitectónico “Girón” de las ESBEC y los IPUEC (las “Nuevas
Escuelas”)- constituidas por tres bloques o edificios de desiguales
dimensiones y de acuerdo a sus utilidades- adornaban, como punticos blancos en
la lejanía el organizado paisaje verde conformado por citrícolas surcos y
regias cortinas de pino, las afueras de Gerona.
Los regadíos por aspersión bañaban constantemente
los arbustos francamente enyerbados pero bien cargados de toronjas, naranjas y
limones. Faena dura de chapeo y recolección la que nos esperaba debajo de las
santanillas.
Por amor estamos haciendo/…/para
por amor seguir trabajando/…/Que nadie interrumpa el ritmo/queremos amar
en paz/para decir en un grito/ ¡Cuba va!/ ¡Cuba va/ (Bis)- estrofa
de otra memorable, triunfalista y estandarte canción del Grupo de
Experimentación Sonora del ICAIC.
Unos niños nos quedamos en “Protesta de
Baragua”, otros en “Micaela Labastida”; algunos continuaron
hasta la “19 de Abril” o “Vanguardia de La Habana” y
así nos fueron ‘despachando’ de Escuela Nueva en Nueva
Escuela a lo largo y ancho de toda la Isla de Pinos de 1976.
Entregados los expedientes escolares fuimos
conducidos en fila india hacia la Plaza de Formación ubicada entre el edificio
docente y los dormitorios. El severo discurso del director de la escuela- de albúmina
formación “Makarenka”- no se hizo esperar. Entendidos los
“puntos sobre las íes” comenzamos por las mañanas a recolectar
toronjas con fines de exportación y a recibir clases por las tardes para
convertirnos en verdaderos “Hombres Nuevos” como lo necesitaba
la revolución.
Un horario estricto y riguroso para cada actividad a
desarrollar. La Diana para el despertar se produce a las 6.00am y para el
descanso a las 10.00 de la noche. 16 horas de continuas y duras acciones
durante 25 días al mes por 3 de Pase o Permiso para visitar a nuestras
familias.
Nuestra estancia en La Isla estaba planteada para 6
largos años entre los estudios de la enseñanza secundaria y preuniversitaria.
Ingresamos con 12 a la “Nueva Escuela” y nos graduaríamos
como “Hombres Nuevos” a los 18 años. Todo era cuestión de
tiempo. “Esas canciones no mienten,
compadre”- aclarábamos.
La cantidad de aspirantes a “Hombres
Nuevos” alcanzaba la astronómica cifra de 600 estudiantes por escuela
y rara vez en el desayuno alcanzaba la leche para todos los niños. El menú del
almuerzo y la comida gravita reiteradamente en Harina de maíz bien caliente,
Chicharos aguaos y Sardinas en conserva (de la lata), todo servido en
irregulares bandejas de calamina.
El piso del comedor es resbaladizo e intratable.
Fácilmente podías llegar a tu mesa después de una estrepitosa caída y sin los
preciados alimentos. Pero todo era cuestión de Adaptarse a las
Dificultades.
“Hay que adaptarse a las
dificultades”- repetía insistente el profesor de
‘Vida Interna’.
Un especial momento de cada jornada consistía en que
para comenzar y cerrar cualquier actividad era obligatorio decir a coro un
slogan triunfalista desde la regular formación por grupos y henchida actitud
militar.
“Solo los cristales se rajan, los
hombres mueren de pie” o “Los
hombres mueren, el Partido es inmortal”, eran más bien los lemas
habituales que iniciaban y daban por concluidas las desiguales y difíciles
tareas a vencer.
Recordemos que en 1975 se había celebrado con éxito
el Primer Congreso de Partido Comunista de Cuba pero entre sus acuerdos nunca
figuró el lineamiento de que al comedor de una ESBEC no tenías acceso si no
decías el LEMA desde la Plaza de Formación.
Por último, en el dormitorio el compromiso de
mantener el orden disciplinario recae en los hombros de tres niños: el Jefe de
Albergue, su segundo al mando y el Jefe de limpieza. Todos designados por la
Dirección de la “Nueva Escuela/Nueva Casa”.
Ellos también son estudiantes/aspirantes a “Hombres
Nuevos”, pero… han llegado aquí con serios problemas de
conducta y proclives a la delincuencia. Víctimas de las más perturbadoras
manifestaciones de violencia familiar y social, muy agresivos.
Nacidos y crecidos en los círculos más hostiles de
los ruedos marginales y marginados por la sociedad de un país en pleno
escenario de crisis económica y de no pocos valores éticos corriendo la misma
suerte.
El sistema de comportamiento en los dormitorios y
otros espacios de la institución se porta tan carcelario como a la vieja usanza
de las prisiones de aislamiento. Se vuelven comunes y familiares las golpizas y
los abusos. Los atropellos cobran presencia en los rostros amoratados y los
escuálidos cuerpos de los más indefensos. La cacería es infernal entre las
literas y de cubículos a cubículos.
Muchas veces los niños blancos son golpeados,
ultrajados y perseguidos por otros niños negros y viceversa. Debido al acoso y
el maltrato, los más indefensos prefieren dormir en las mesas de las aulas del
edificio docente o incluso, en los peligrosos aleros de la instalación en el
intento de burlar la asechanza y evitar las palizas.
Con frecuencia les roban el colchón, la sábana; les
prenden candela en los pies mientras duermen o les revientan una bofetada en
pleno descanso nocturno y no pueden trasmitir la queja porque eso puede ser
peor para ellos. “¿Será mentira lo del ‘hombre nuevo’ y la
‘nueva escuela’?- nos preguntábamos continuamente. “Hay
que adaptarse a las dificultades”- repetía el ‘Vida
Interna’ y el tiempo seguía pasando factura.
Nadie le pone coto al desatino, la torpeza, la
discriminación racial o la animadversión. Los desprecios y las iniquidades son
permanentes y todo sucede como si el profesorado no tuviera
‘jurisdicción’ en los albergues. Hacen caso omiso y la vista gorda
de lo que allí ocurre.
Los auto/robos amañados y ejecutados por los propios
‘niños jefes’ sobre sus pertenencias, implican para los demás
largos castigos de formaciones en posición inmóvil (¡FIRMES!) hasta altas horas
de la madrugada y con el cuerpo desnudo a la intemperie. Mientras dura la
penitencia uno de los jefes golpea con un cinturón las espaldas y los glúteos
de los muchachos colocados en hilera.
Se pierde la noción del tiempo en “La nueva
escuela/nueva casa” y los niños de entonces, ya no éramos los mismos.
Aprobada la Nueva Plataforma Programática del Partido, Isla de Pinos cambia su
nombre por: “Municipio Especial Isla de la Juventud” y en La Habana
se celebra a todo bombo y platillo el “XI Festival Internacional de la
Juventud y los Estudiantes”.
Una mañana absurda de la “Nueva
Escuela” un niño agrede a otro con un machete y le troza en pedazos
el muslo derecho. Ese mismo día aparece debajo de una litera una maleta de
madera con tres pistolas escondidas y aunque ‘el hallazgo’ es
reportado no pasa nada.
Dos chicas de 14 años son expulsadas deshonrosa y
públicamente del centro escolar por haberse besado en los labios y otras tres
de la misma edad están embarazadas del profesor de química. Mientras, un
destacado profesor de Astronomía es expulsado del sector por homosexual.
Una alarma tardía por el engaño se dispara entre los
padres de muchos niños.
Los ‘inadaptados’ se marchan de las casi
totalmente destruidas, saqueadas y empantanadas “Nuevas
Escuelas”. Eso a riesgo de que les ‘manchen’ el
expediente escolar y les marquen oficialmente como “Rajados”-
una condición que NO les permitirá continuar sus estudios en una escuela
secundaria urbana.
Entre los que se quedan se establece el
‘Pandillaje’ como cotidiano modo de vida y ‘Peñas en
Tropel’ de estudiantes/aspirantes a la sublime pero muy rara condición de
“Hombres Nuevos”. La violencia en el perímetro puede llegar
a superar las múltiples visiones estereotipadas existentes sobre el tema. En el
lance pandillero cumplimos 18 años.
Todo era mentira.
El despojo, el fraude académico, los maltratos, las
sustracciones, las golpizas, el estimulado ejercicio de la chivatería y las
encerronas a boca de jarro dejaron profundas heridas en la memoria de todos los
que una vez habíamos anhelado convertirnos en indiscutibles “Hombres
Nuevos” en aquellas blancas “Nuevas Escuelas/Nuevas
Casas”. Un Proyecto convertido en una autentica Pesadilla. “Esas
canciones son una mierda, asere”- concluimos.
Una infame mentira.
El destino de muchos de nosotros como Hombres
Modernos ha sido dudoso. Varios se fueron de Cuba por el puerto del
Mariel en abril de 1980. Otros lo hicieron en rústicas embarcaciones detrás de
la explosión social desatada en La Habana en agosto de 1994. No pocos habían
muerto en la guerra de Angola.
Algunos no salieron jamás de las prisiones
habaneras. Un grupo significativo ‘se busca la vida’ en el mercado
negro y los más afortunados sacamos fuerzas de flaquezas cumpliendo 3 años en
el ejercito militar para poder realizar después estudios universitarios
buscando crear y desplegar una familia sin traumas en el país que nos vio
nacer.
Esos niños cubanos de 1976 hemos llegado a los 50
años de vida.
¿Alguien quiere continuar mintiéndonos?
La Habana, 4 de abril de 2014.